La silueta de la isla con su forma triangular vista desde las playas, ha sido siempre el emblema turístico más importante y conocido de la villa de Benidorm.
Es una de las referencias obligadas de nuestro turismo ya que hay muy pocos anuncios o folletos de promoción de Benidorm en donde no aparezca una imagen o dibujo de nuestro querido islote.

Desde hace ya varias décadas, coincidiendo con el boom del turismo, siempre ha habido empresas dedicada al transporte de turistas en las tradicionales y conocidas “golondrinas” a la isla de Benidorm.

No obstante, con mucha anterioridad a los años 50, además de los pescadores del lugar que utilizaron sus barcas de faena para llevar a la isla a los primeros turistas, allá por el año 1928 o 1929 hubo una barca que fue la primera se dedicó exclusivamente al transporte regular de turistas de visita a la isla, y que todo el mundo conocía como “la barca d’anar a l’illa”.

“La barca d’anar a l’illa” fue diseñada y construida por el calafate Juan Bautista Bou Pérez (El Bou) en el pequeño taller-astillero, conocido como “la Botiga o la Botigueta”, que tenía a la entrada de la zona del puerto de Benidorm y en el que se dedicaba a la construcción y reparación de embarcaciones. Esta “botiga” era propiedad de Isabel Pérez Orts, tía carnal de Bautista Bou, y cuyo marido tenía una de las subastas más importantes del pueblo y utilizaba esta botiga para guardar el pescado para estas subastas.
Pepe Bayona nos lo recuerda en el capítulo “Por las calles del pueblo (V)”de su libro” Benidormeries”:
“En este mismo camino del puerto, había una pequeña construcción, la botigueta, que, por derecho, entra a formar parte de la pequeña historia del pueblo por el hecho de que en ella y a principios de los años 30, diseñó y construyó Batiste Bou una embarcación para el transporte de pasajeros a la Isla. Esta botigueta bastante tiempo después, fue utilizada como almacén para las cajas de madera usadas por los pescadores como contenedores para el traslado de la pesca capturada.”

“La barca d’anar a l’illa” era una embarcación de madera, de aproximadamente unos ocho metros de eslora (longitud) y con capacidad para unas 30 personas. Estaba provista en la popa de un motor de gasolina proveniente de un automóvil marca Ford, que era el utilitario de la época, que había sido propiedad del médico Don Cosme Bayona.
La explotación de esta actividad corrió a cargo de la familia del constructor, aunque su actividad duró pocos años ya que Juan Bautista Bou fue contratado para realizar su trabajo de calafate en las almadrabas de Marruecos a donde se tuvo que desplazar llevando con él a su familia. Finalmente, cuando vino la guerra, la barca fue trasladada a la huerta que la familia poseía en la partida de “El Calvari” propiedad de Francisco Bou Timoner y de Vicenta Pérez Orts (la Canyota), padres de Juan Bautista Bou. Aquellos terrenos son lo que actualmente se conoce como calles Apolo XI y San Juan
Bautista, llamadas así por la cesión de los terrenos de la calle por parte de la familia Bou. La barca fue depositada allí y con el paso del tiempo se pudrieron sus maderas.

Años más tarde y al volver de su etapa en Marruecos, Bautista Bou montaría en esta huerta su carpintería como vuelve a recordarnos Pepe Bayona al hablar de “el Calvari”en el capítulo “Por las calles del pueblo (III)”de su libro antes citado
“Benidormeries”: “la carpintería de los hermanos Climent, conocidos por Lamany, anteponiendo el nombre propio de cada uno de ellos, y cerca y frente a ella, la de Batiste El Bou, que no era ningún apodo porque Bou era su apellido”.